
En el origen de todos los síntomas (físico, orgánico o funcional; psíquico, trastornos del comportamiento, psiquiátrico, enfermedades genéticas, infecciosas) hay un acontecimiento, un suceso exterior que llamamos el Bioshock.
En el instante de experimentar un Bioshock, el cerebro no siempre tiene una solución concreta y consciente. Deberá pues buscar, de otro modo, una solución. Es evidente que si no tengo alimento aquí, pero que puedo encontrar algo allá, voy a ir allá: busco una solución concreta. Pero si no tengo solución, mi inconsciente inventa una oportunidad suplementaria de supervivencia: a esto se le llama un síntoma.
Para transformarse en síntoma, el Bioshock y su vivencia debe responder a cuatro criterios:
• Ser dramático
• Ser inesperado.
• Vivirse en aislamiento.
• Sin solución durable satisfactoria.
El suceso irresoluble, vivido bajo las anteriores circunstancias, tendrá una respuesta natural y necesaria para la supervivencia a través reacciones involuntarias desde el sistema neurovegetativo entrando así en un estado de simpaticotonía: el síntoma.