La vida animal en la Tierra empezó con la aparición de los organismos unicelulares. Estos organismos, ya bastante complejos vistos los organismos precedentes (bacterias primitivas, bacterias fotótrofas, células vegetales) siguen teniendo un funcionamiento muy arcaico que constituye la primera etapa de la vida: respirar, alimentarse y eliminar los desechos, todo ello para reproducirse. Se podría decir que la vida no tiene otra finalidad que perpetuarse, que ese programa del ADN nuclear de cada célula se lleve a cabo, directa o indirectamente.
Parece ser que esta primera célula animal nace en una matriz cálida y húmeda. Luego la vida inventa, sin duda con el juego de mutaciones, la reproducción sexual: dos polaridades se distinguen, dos polaridades que se atraen irresistiblemente puesto que una contiene lo que la otra necesita para reproducirse y viceversa. ¿Existe mejor invento para diversificar la expresión de esta vida? ¿Para hacerla siempre más competente?
Es así como el ser humano empieza su Vida, en un medio energético cálido y húmedo: un espermatozoide irresistiblemente atraído por un óvulo se reorganiza íntimamente hasta formar un huevo, es decir, la fusión de dos polaridades complementarias, la fusión de dos ADN, la fusión de dos programas. De esta fusión nacerá un individuo cuyo capital genético único contenido en su ADN será resultado de un cruce con 2 elevado a 42 posibilidades!
Durante el curso de la evolución – aun nos encontramos en el periodo precámbrico – los seres unicelulares se organizarán en colonias. Las mutaciones a lo largo de millones de años, esta colonia se convertirá en un ser pluricelular. Es decir, cada una de las células hasta entonces indiferenciada se organizará en tejidos y se especializará en una función en particular con el fin de adaptarse y perpetuar la especie. Habrá así seres primitivos pero altamente especializados, provistos de un tubo digestivo, de un aparato respiratorio rudimentario (seguimos en el agua) y de una cubierta protectora. Esta cubierta, que podrá tomar varias apariencias, representa la segunda gran etapa: protegerse en un medio, a menudo, extremadamente hostil.
El estudio embriológico del ser humano nos explica la misma historia con una diferencia: una se desarrolla durante 2 millones de años, la otra en pocos días. De hecho, el huevo va a dividirse, por mitosis, en 2 células, luego en 4, en 8, en 16 y finalmente 32 células. En cuatro días tenemos este conjunto de células denominado mórula. La mórula se ahueca y constituye la blástula. Aquí aparece la primera gran etapa de diferenciación: las células del “exterior” y la células del “interior” se diferencian y se organizan en dos capas distintas, una destinada a dar nacimiento a los principales tejidos del embrión, y la otra, dará lugar a una especie de anexo que lo protegerá llamado amnios.
Por Marie José Dal Zotto
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