jueves, 9 de diciembre de 2010

Desarrollo embrionario y evolución / Piso IV



En plena era primaria, la Tierra no ofrece mucha seguridad: casi cubierta de agua, empieza a haber climas variados, grandes erupciones volcánicas, terremotos terroríficos. Entramos en la era secundaria, emergen los continentes, y los animales marinos, quizás por lo apetitosa que resulta la comida verde y dulce, empiezan a salir del agua. Son los anfibios, luego los reptiles. Su sistema nervioso se hará más complejo, del estado de cadenas de nervios y lóbulos, aparece el cerebro, a veces voluminoso, reducido al equivalente de nuestro tronco cerebral. Es con la aparición de la aves que se desarrollará el cerebelo y en los mamíferos estará constituido por el tronco cerebral, el cerebelo, la médula o sustancia blanca y el córtex, rudimentario en los mamíferos primarios, y más complejo hasta llegar a los primates. Entramos entonces en la era terciaria. El desarrollo del córtex corresponde a la cuarta gran etapa de la evolución que no dejará de ser cada vez más competente con la evolución del ser humano: ésta permite relacionarse con sus prójimos y comunicarse.

Otro estadio interviene ahora: la neurulación. A partir del ectodermo se estructurará el sistema nervioso. Al mismo tiempo, la cuerda dorsal será rodeada por unas estructuras óseas que darán lugar a las vértebras, mientras que los tejidos vecinos construirán poco a poco la masa muscular, los huesos y la sangre.

El embrión se convierte entonces en feto, respira mediante las “branquias”, se nutre según demanda a través de la placenta, está bien protegido dentro de la bolsa amniótica y se comunica intensamente con su madre que forma, sin embargo, parte de él mismo. Continua a desarrollarse, cada una de sus células se especializa más y más, empieza a moverse en el medio acuoso pero llega un momento en que este espacio no es suficientemente grande. Llega un momento en que quizás le apetece probar las sustancias dulces de la Tierra. Pero no es como los animales del secundario que salían del agua en un clima a veces apocalíptico que el desarrollo se terminará.

Un acontecimiento mayor marca el final de la era secundaria y el inicio de la era terciaria: la desaparición de los dinosaurios (para algunos debido a la caída de un gran meteorito, para los otros una enorme erupción volcánica…). Ello acompañado de un cambio climático radical consecuencia del cual habrá profundas modificaciones en la flora y la fauna. Habiendo desaparecido los dinosaurios y la mayoría de los grandes reptiles, el campo queda libre para el desarrollo de los mamíferos. Las especies se diversifican y la familia de los primates (de la cual forma parte el Hombre) florece. En ciertas especies, el volumen craneal aumenta considerablemente. Algunos optarán por la vida arborícola, lo que dará lugar a los monos actuales. Otro optaran por la marcha bípeda y será en la última parte de la era terciaria cuando aparecerán los Australopitecos, ancestros de los futuros Homínidos.

A parte de las constataciones anatómicas como la estructura de la pelvis y la posición del hueco occipital, que marca la disposición del cráneo sobre las vértebras, y los acerca al hombre, algunos descubrimientos arqueológicos prueban que existía una “industria” que atestigua un uso diferente del cerebro. Y de hecho, el cerebro no dejará de evolucionar hasta nuestros días. ¿Cómo tiene lugar este desarrollo? El cortex o materia gris está formado por neuronas dispuestas en sucesivas capas corticales, todo ello sostenido por la glía. Las neuronas están conectadas entre ellas mediante sinapsis, y sabemos hoy en día que la red sináptica así formada, de una gran plasticidad, representa la inscripción de la experiencia. Esta plasticidad parece ser la base de los mecanismos del aprendizaje y memorización.

Cuando el bebé sale de la cavidad acuosa, cuando nace, ya posee un cortex bien formado, fruto de su actividad intrauterina presente pero también de la lenta evolución de las especies que está inscrito genéticamente en su “programa”. Así pues las grandes líneas de la arquitectura neuronal y las conexiones sinápticas se establecen antes del nacimiento. Sin embargo, la formación de las sinapsis aun está lejos de estar terminada y cerca del 50% de las conexiones se asientan después del nacimiento. Alrededor del nacimiento, ¡dos millones de sinapsis se establecen por minuto! Después se alcanza una estabilización pero no deja de reorganizarse, en función de las experiencias vividas, hasta la muerte.

Por otra parte, la mayoría de las funciones, entre otras, digestiva, inmunitaria, motriz, no serán totalmente operativas antes de los 3 años, o más tarde.

No se pondrá en posición vertical hasta haber explorado el entorno a cuatro patas, como la mayoría de mamíferos.

Cualquier aprendizaje implicará diferentes etapas, ¡incluso lo que podría parecer fracasos! Tomas de dirección, cambios de dirección…así como la imagen que nos deja la historia de esta larga evolución que es la Vida.

Así mismo, pasará su vida a revivir su pasado: la adolescencia para poner un poco de orden en las sinapsis, testigo de la experiencia de la infancia, con el fin de alcanzar su madurez con buenas bases… Y, si no es suficiente, la Vida, en cada instante le ofrecerá la posibilidad de afrontar las dificultades aun no superadas.

Necesitará realmente 20 años para llegar a la madurez llamada “neuronal”, la edad adulta, 20 años de aprendizaje, coloreados a veces de éxtasis, a veces de lágrimas, de alegría, de amargura…de todas las variantes posibles de las emociones que enseñará a su cuerpo para que su cerebro las codifique, las clasifique, las reconozca.

Durante estos 20 años, deberá perder la ilusión de su toda potencia. ¿Representa esto un guiño para compadecer la absoluta y definitiva desaparición de los dinosaurios…? Enormes, potentes, pero obligados a desaparecer debido a la incompatibilidad de existir en un ambiente incompatible con su monstruosidad.

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